El micrófono y la voz microfónica

Por la Lic. Blanca Lilia Salgado*

El micrófono es un transductor acústico de la voz. Su papel es el de transformar las vibraciones sonoras en corriente eléctrica. Amplifica considerablemente las vibraciones y traduce los sonidos que lo han impresionado por intermedio de un amplificador y de altavoces. Por consiguiente, se recomienda que el micrófono sea de buena calidad y que esté bien regulado. Es fácil comprender que el micrófono transmitirá a todos los auditores la voz del que habla o del que canta en una gran sala sin que el orador o el cantante esté obligado a hablar más fuerte, a forzar su voz o a gritar, lo cual sería imposible sin este instrumento microfónico.

Pero, debemos recordar, que el micrófono es un aparato muy sensible que amplifica las sonoridades y pone implacablemente en evidencia los defectos de respiración, de articulación y de pronunciación.

Hay pocas personas que sepan hablar frente al microfono. El orador improvisado casi siempre habla o “demasiado rápido o demasiado fuerte”. Una emisión demasiado rápida impide al auditorio captar las palabras, las frases y sobre todo su sentido. Una voz demasiado fuerte hace vibrar la membrana del micrófono resultando de ello sonidos chillones, estridentes y desagradables de oír.
Solo hay una manera de evitar estos errores. Es necesario ejercitar la respiración, la pronunciación y la dicción.

El que vaya a hablar en público, también deberá ensayar para lograr una voz justa, que llegue a todos los puntos de la sala. Este ensayo de la voz microfónica es una buena medida porque al eliminar los riesgos de lo imprevisto, proporciona a quien debe hablar tranquilidad y seguridad.
Las reglas fundamentales de la técnica de la voz microfónica son: Respiración flexible y silenciosa.
Emisión lenta, cómoda y bien colocada hacia adelante.
Articulación correcta de las palabras. Destacar la última sílaba de las palabras levantando el tono y apoyando los finales.

Se recomienda hablar a una cierta distancia del micrófono (que variará según el modelo) y dirigir el sonido de la voz un poco por encima del micrófono.
En el momento de hablar, mirar a los auditores, pero no a los que están en las primeras filas, sino con preferencia a quienes están en las últimas filas. Este acto de mirar lo más lejos posible obliga al
Conferenciante a poner la cabeza bien derecha y elevar el tono de voz. Automáticamente hablará con el tono adecuado para ser oído.
El orador debe tener constantemente presente que la gran mayoría del auditorio no puede seguir los movimientos de la boca y no puede leer en los labios.
Prácticamente, es perfectamente admisible aspirar el aire por la boca abierta, en momentos especiales.

(*) Blanca Salgado
Fonoaudióloga
blancasalgado@sinectis.com.ar

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